La arquitectura de los espacios de congregación política no es solo la expresión de una cultura política, sino que también da forma a esa cultura. Es competencia del arquitecto y no tanto del decorador, el crear el lugar donde se toman las decisiones políticas del estado. “El arte de lo posible” es la definición de política de Bismarck y es una reforma de la representación pública del estado mediante un monumento que se incrusta en el Congreso de los Diputados de Madrid.
Frente a un espacio convencional recargado de capas de maquillaje, se inserta una pieza arquitectónica en el centro de masas del edificio. Un proyecto de diseño mediante una suerte de sampling figurativo.
Se articula en una de las geometrías de Borromini, en la incrustación de Bramante en San Pietro in Montorio y en la materialidad de la cúpula del Reichstag de Norman Foster. El Congreso deja de ser una cápsula del pasado en el presente. Ambas realidades ahora convergen en una arquitectura del buen pastiche de elementos vigentes y, entiendo que, nada tendenciosa. Porque al final es una vieja operación que ha funcionado siempre en arquitectura: Insertar una pieza central que articula a un edificio que la abraza.
Se crea una nueva identidad parlamentaria que incorpora el cielo y las estrellas, como protagonistas a su espacio. Es posible.